viernes, 12 de febrero de 2010

VIERNES DE COMEDIA: DIRTY ROTTEN SCOUNDRELS.


"DOS PÍCAROS SINVERGüENZAS"
En la riviera francesa un par de gigolós se disputan el control de la plaza, que resolverán por una apuesta que consiste en seducir y desfalcar a una inocente e ingenua mujer que se les cruza en el camino. Por un lado tenemos a Lawrence Jamieson (Michael Caine) un educado y elegante hombre maduro que seduce a las mujeres con una buena y ensayada rutina y por el otro lado tenemos a Freddy Benson (Steve Martin) un estafador de poca monta que engaña a las mujeres con historias sentimentaloides de su abuela enferma, cada uno pondrá en practica sus habilidades para seducir a la joven heredera y ganar la apuesta ya que el vencedor no solo gana el dinero, también obtiene el control de la zona y el perdedor tendrá que abandonarla.


Es tal vez una de las comedias que mas he disfrutado en mi vida. Y es que ver a un Michael Caine en un papel de estas características es un verdadero goce, con Steve Martin en uno de sus mejores papeles dentro de la comedia, logran hacer una mancuerna que toma por asalto la pantalla y la llenan de situaciones hilarantes. Atrás de ellos se encuentra Frank Oz que mantiene el equilibrio durante el desarrollo de la película y sin usar los típicos gags de la época o el pastelazo, apostando a un humor mas inteligente e ingenioso para llevarla a cabo, y es que no es difícil de descifrar la línea que sigue Oz en su carrera, toda su trayectoria esta vinculada a la comedia y al humor tanto de director, actor y guionista. Sobre todo como actor de doblaje que va desde Yoda en Star Wars hasta darle vida a Peggy en los Muppets.


Aquí les dejo el trailer de esta cinta.


sábado, 5 de diciembre de 2009

"Valkiria"


Jorge Maldonado

Esta película de tipo histórico e intriga militar es motivo para cotejar aquí los acontecimientos que provocaron el más serio intento de golpe de Estado contra Hitler. Una contribución más para desentrañar una de las mayores frustraciones ocultas de la Historia: a saber, que el Führer fuese capaz de evadir su asesinato y no dejase que lo atraparan vivo.


- Operación Valkiria (Valkyrie),
de Bryan Singer (2008), con Tom Cruise, Kenneth Branagh, Bill Nighy, Tom Wilkinson y otros.

“Valkiria”, palabra de connotaciones bélicas que evoca tanto a la mitología nórdica como la ópera wagneriana casi de manera instantánea, fue la clave que algunos conjurados escogieron para activar la operación que buscó arrancar a los nazis el control de Alemania, en 1944. El arte de aquel malogrado complot se apoyó precisamente en que la misma palabra se utilizaba para identificar un plan conocido por los más altos dignatarios del estado alemán para establecer las medidas contra algún probable golpe de estado. La consigna de los conjurados fue, de hecho, una estupenda elección ya que ocultaba, una vez rediseñado el plan, las verdaderas intenciones de los conspiradores: algo así como un golpe de estado que utilizaría a su favor el operativo alemán contra los golpes de estado. Sin embargo, y a pesar de la cercanía que el coronel Stauffenberg y algunos de los generales tenían con la columna vertebral del control militar, matar a Hitler y a sus más poderosos colaboradores, así como someter al gobierno nazi, no sería una tarea sencilla. La todavía sorprendente popularidad del führer durante el penúltimo año de la guerra y su poderosa estructura defensiva -con sus temibles órganos policiales así como un aparato burocrático que no favorecía ningún tipo de complot-, resultaban murallas difíciles o quizá imposibles de saltar; esto sin contar con que Alemania estaba luchando, a esas alturas de la guerra, por su existencia y contra múltiples y cada día más poderosos adversarios que, además, no estaban dispuestos a pactar una paz con la que especulaban los conspiradores, sino que exigían una rendición incondicional. Situación que el propio nazismo utilizaba en su provecho para endurecer más aún la resistencia de una nación que percibía en contra un propósito de exterminio (paradojas de la guerra) no solo dirigida a su gobierno sino hacia la totalidad del pueblo germano. En circunstancias semejantes, la operación Valkiria no tenía un claro y positivo panorama.

La reciente película: Operación Valkiria, de Bryan Singer (director cuyo mayor mérito ha sido la realización de la prestigiosa cinta Sospechosos comunes en 1995) se centra en el penúltimo año de la Alemania nazi (1944) y desentraña con bastante claridad el más serio intento de la poco conocida resistencia alemana por barrer al régimen que tantas cargas de conciencia provocó durante la existencia del tercer Reich.

El comienzo es suficiente y muy instructivo: sobre un fondo negro y un ondulante rojo que revela la presencia de una enigmática cruz gamada, atronadoras voces masculinas ofrendan en coro su vida y voluntad, a través de un solemne juramento, al líder de Alemania: Adolfo Hitler. Esta secuencia inicial es un elemento que el espectador debería de retener, ya que es indispensable para dimensionar las motivaciones y maneras de proceder de los conspiradores, muchos de los cuales eran soldados de vieja tradición, atados a preceptos que, como el juramento, les permitieron sostener con éxito una dura y fiable institución del estado alemán.

Una voz en off, al principio en alemán y que lentamente desaparece para dar entrada al natural inglés de la mayoría de los protagonistas -convención fílmica excepcional dirigida explícitamente al espectador-, nos adentra al mundo de las ideas del aristócrata conde Claus Schenk Graf von Stauffenberg (Tom Cruise), brillante coronel del ejército alemán, que en un campamento al norte da África escribe en su diario la profunda decepción que el régimen hitleriano le ha provocado definitivamente. Poco después, vemos que dialoga con un general ficticio que vacila ante una posible y necesaria retirada. Cuando el coronel finalmente lo convence de realizar un movimiento de retroceso, se ven atacados con extrema violencia desde el aire por caza-bombarderos que hieren al conde gravemente. Es la secuencia de presentación fílmica –de tradicional escuela americana- que retrata con cierto apego histórico el evento que hizo visualmente famoso al personaje: un militar de aspecto aún joven, de mutilado cuerpo (perdió la mano derecha y dos dedos de la izquierda) y con un parche sobre el ojo derecho.

Stauffenberg, hombre de cultura clásica amplísima y conservadora, amante de la poesía y de los principios occidentales y también destacado soldado, fue la piedra angular del complot, quien tuvo más agallas y quien casi logra cumplir con su cometido. Sin embargo, el coronel no fue un héroe individual: dependía de toda una estructura que se formó con anterioridad al gran conflicto. Sus integrantes fueron también, en su gran mayoría, representados en el filme. Destaca particularmente el retrato, a cargo de un convincente Kenneth Branagh, del atribulado general Henning von Tresckow, soldado de noble familia prusiana que había peleado, como la mayoría de sus contemporáneos, durante la primera guerra mundial.

Si bien Tresckow al principio tuvo simpatías por el nazismo, muy pronto se desentendió del movimiento por diversos y escandalosos eventos como “La noche de los cuchillos largos” -suceso espléndidamente retomado por Luchino Visconti en su soberbio filme Los malditos-, y la deshonrosa destitución de los generales Fritsch y Blomberg, jefes del ejército en los años treinta que representaban duros obstáculos para Hitler en su frenética búsqueda de una solución armada. Durante la guerra, tuvo el acierto de servir a grandes comandantes; aprovechando su situación privilegiada, y ya completamente horrorizado por el conflicto que particularmente se desarrollaba en suelo ruso, se dedico a tratar de aniquilar al líder alemán en múltiples ocasiones: el filme incluso da cuenta de uno de los atentados fallidos del general Tresckow, cuando introduce audazmente una caja con explosivos que aparenta contener un par de inofensivas botellas de vino que no logran explotar en el interior del avión del canciller. Así, Operación Valkiria se nos presenta como una inmejorable ocasión para cotejar la historia y resaltar un acontecimiento temerario surgido en el corazón mismo del nazismo. La cinta nos brinda, ante todo, una galería de personalidades como el descompuesto pero silencioso general Friedrich Olbricht que, interpretado por Bill Nighy, acompaña al más controlado Tresckow para recuperar la ya mencionada caja de vinos.

Del mismo modo, y gracias al experimentado actor Terence Stamp (¿quién no lo recuerda en El coleccionista, de William Wyler en los sesentas?), descubrimos al rector espiritual del movimiento de resistencia militar: el general Ludwick Beck, soldado ilustre que ocupó puestos relacionados con los estados mayores de los diversos ejércitos a los que sirvió durante la primera guerra y que, como muchos de sus compañeros, al menos inicialmente sintió simpatía por el nazismo. Beck no se oponía en general a las ideas que propugnaban por un reacomodo territorial que favoreciera a la duramente golpeada nación germana; pero difería con Hitler en cuanto a los criterios de temporalidad. Como jefe supremo del célebre estado mayor alemán, en la década de los treinta, Beck había estudiado la posibilidad de iniciar una serie de conflictos localizados para recuperar el prestigio y el espacio geográficamente perdido por Alemania en la última guerra, pero ese estudio consideraba como prudente iniciar un conflicto después de el año 43 o 44, cuando Alemania ya estuviera fuertemente armada para contener alguna amenaza seria de sus vecinos más temibles. Por otra parte, veía con desagrado la manera de proceder tan deshonrosa por parte del régimen y sus servicios de seguridad hacia los más altos dignatarios de las fuerzas armadas (de nueva cuenta, en el caso Fritsch-Blomberg). Cuando en 1939 Hitler empezó a mover sus piezas hacia la recuperación de territorios en manos del estado checoeslovaco, el general Beck dimitió. Aprovechando su aún gran reputación dentro del ejército, creyó –erróneamente- que con su decisión atraería en masa la renuncia de toda la estructura dirigente de la Wehrmacht (fueras armadas). Sin embargo, cuando Hitler logra ocupar dichos territorios por una inesperada vía diplomática, la dimisión del general Beck perdió toda oportunidad política (es importante señalar que ya por esas fechas algunos otros oficiales habían considerado deponer al dictador si sus aventuras de ocupación territorial resultaban peligrosas para la integridad física de la renaciente Alemania; pero cada vez que se presentaban situaciones propicias antes de la guerra, el éxito político de Hitler en la solución de estas cuestiones territoriales saboteaba de manera automática cualquier indicio de sublevación). El resultado de la aislada renuncia de Beck lo convirtió en el principal conspirador potencial por parte de las fuerzas armadas.

Otros complotistas de igual o menor importancia son personificados en Operación Valkiria. Inevitable, la presencia del doctor Karl Goerdeler, un elemento civil de gran importancia para el movimiento y que, de haber triunfado éste, hubiera sido el primer sustituto del dictador alemán. Interpretado por Kevin McNally, su aparición es suficiente pero no resulta notable. Respetado político conservador, Goerdeler había sentido también una natural simpatía por el nazismo; pero del mismo modo, su desencanto llegó pronto. Su papel en el complot fue importantísimo, aunque no se refleje así en la cinta. Aparecen también: el siempre leal primer teniente Werner von Haeften (Jamie Parker) y el coronel Mertz von Quirnheim (Christian Berkel), elementos que participaron de manera muy directa en la conjura. Chirstian Berkel es un actor de origen alemán que ya posee algo de experiencia representando papeles de soldado en el Reich de Hitler. Recordémoslo en La caída (2005), del director Oliver Hirschbiegel, como oficial médico de las SS.

El general Friedrich Fromm, jefe del ejército de reserva, quien representa una de las piezas claves para el éxito del complot es, por otro lado, representado de manera muy lograda por el actor de origen británico Tom Wilkinson. Sin lugar a dudas, uno de los personajes más vivos del filme, especialmente por la situación dramática en que se tenía que desenvolver. Fromm: un soldado que participó en las dos guerras mundiales y que se le retrata como un alto oficial oportunista, ambicioso y de poca dignidad, constantemente humillado por su superior inmediato, el mariscal de campo Keitel (Kenneth Crannham), mismo que curiosamente ha pasado a la historia como uno los hombres más serviles y dóciles que Hitler tuvo a su lado. El papel del general Fromm para el desarrollo de “Valkiria” fue de suma importancia, ya que la operación estaba sustentada en la fuerza de su liderazgo requerida al momento de movilizar al ejército del interior, principal factor del derrocamiento del régimen nazi. Al no contar con su apoyo moral que legitimara la operación, era obvio que cualquier intento de golpe de estado en Alemania estaría condenado al fracaso, cosa que lamentablemente se confirmó cuando Fromm, que había mantenido una actitud ambigua hacia los complotistas, constató que el atentado no mató a Hitler.

El resto del reparto es presentado con relativa irregularidad. Pero más allá de comprensibles problemas de guión, algunos de los miembros de la plana mayor del tercer Reich, como el doctor Joseph Goebbels (Harvey Friedman), de temible reputación y diabólico genio, aparecen siendo casi una nulidad. Lo mismo sucede con el mariscal de campo Göering, creador de la tristemente célebre Gestapo y de los primero campos de concentración, quien es sólo pasajeramente representado. El mismísimo Hitler (David Bamber) es un desafortunado retrato del más desagradable y vilipendiado personaje del siglo veinte –aunque claro, después de la inigualable representación del suizo Bruno Ganz en la ya antes citada La caída (Der Untergang), difícilmente nos dejaría satisfecho cualquier otro papel del dictador alemán. Finalmente, el desfile de los conspiradores se agota con el ya muy encasillado Thomas Kretschmann (Stalingrado, La caída, El pianista), quien de nueva cuenta personifica a un oficial bravo y muy condecorado que ostenta el control de un batallón de élite encargado de asumir el control de la capital, con la tarea de capturar a todo el aparato burocrático de importancia en Berlín.

No es difícil imaginar que las complicaciones de un atentado exitoso para la gente de Stauffenberger eran muchas. La primera de ellas tenía que ver, obviamente, con arriesgar el pellejo; la mirada cargada y silenciosa de Cruise, señalando que la indecisión de los complotistas podía resultar catastrófica no sólo para él sino para sus seres más cercanos, da cuenta de la conciencia de las reacciones del régimen para el que servía. Vivir bajo el nacional socialismo enseñó a todos ellos que la violencia en sus más brutales acepciones era parte integral de su determinación histórica. Y la “traición” acompañada del fracaso era automáticamente letal para el que la cometiese. Incluso el improbable éxito del atentado y la pronta destitución del estado fascista alemán no les garantizaba por ningún motivo una paz negociada con las potencias aliadas.

La acción encaminada a matar el Hitler era, en sí misma, una segunda complicación de extremoso cuidado y precisión. Siendo un líder temido y odiado por muchos, el dictador, que además manifestaba una paranoica desconfianza por quienes lo rodeaban, estaba protegido de manera excepcional por sus guardias pretorianas y por una serie de residencias y complejos que lo hacían un blanco dificilísimo de eliminar. Y Hitler mismo se ayudaba mucho para salir airoso de cada intento de asesinato. En una ocasión, durante unas celebraciones en Munich en 1939, un joven alemán opositor al líder nazi, intentó matarlo con unos explosivos hábilmente escondidos en un local cervecero; pero a causa de las caprichosas y muy convenientes maneras del Führer, su estadía fue abruptamente interrumpida, frustrando el intento de asesinato y matando a cambio a un grupo de pobres desdichados. Esta costumbre de Hitler de alterar sus tiempos de estadía o variar en un instante los caminos establecidos para cierto recorrido, así como la suspensión de eventos en último momento, eran un eficaz sistema de autoprotección .

Todo esto lo sabían los conspiradores y pasaron verdaderos dolores de cabeza para fijar los tiempos de la acción ejecutiva. De hecho, y de manera muy verídica en el filme, se nos muestra cómo unos días antes del atentado otro intento se ve frustrado por una serie de factores que no favorecen a los rebeldes. A pesar de todos estos controles de seguridad, “Valkiria” se logró realizar. Stauffenberg introdujo un par de explosivos en su portafolios y, tal como lo relata Bryan Singer, a la hora de activar los explosivos, la inoportuna interrupción de un edecán de enlace -quien apremia al coronel para que se presente ante el Führer- impide que éste coloque ambos dispositivos en el portafolios, suceso que tendría terribles consecuencias en los minutos siguientes al estallido. Todos los demás detalles narrados en Operación Valkiria son históricamente acertados. El repentino cambio que por razones diversas se dio para alojar en un salón más fresco y menos hermético a los diversos comandantes y políticos más influyentes del tercer Reich que colaboraban con la economía de guerra, alteraría dramáticamente el resultado deseado. Depositar el maletín no tan cerca de Hitler -y su ausencia momentánea para atender una llamada que además resultó ficticia-, impidió a Staffenberg verificar que los explosivos estuviesen situados en la distancia letal apropiada. Sin embargo -y a pesar de todo-, el coronel ejecutó el plan: los explosivos estallaron causando un gran impacto destructivo y de manera audaz logró escapar de la guarida del lobo, localizada en la Prusia oriental, para llegar a un Berlín que extrañamente no parecía alterado por la presunta muerte de Hitler. El resto de la película nos muestra una serie de bárbaros errores de casi todos los conjurados, que luchaban aparatosamente por forzar un cambio que no parecían querer. Sólo en algunos lugares, los más distantes -como por ejemplo en territorio francés que aún ocupaba el ejército alemán- el complot se llevó a cabo con gran decisión. Cuando algunos de los conspiradores comprobaron que el líder estaba vivo, de todos modos fueron obligados a proseguir con un plan que había empezado con mal pie. Aun si Hitler sobrevivía, pensaban, los conspiradores tendrían mejores posibilidades de éxito si se movilizaban con la rapidez y decisión que tanto exigió Stauffenberg. Su torpeza inexplicable fue tal vez un síntoma de la agonía de un brutal régimen que había paralizado incluso a los más valerosos hombres.

Un Stauffenberg arrestado y herido, enjuiciado sumariamente por un acobardado general Fromm, que no participó directamente en el complot y que desconoció su firma en cantidad de documentos que permitían movilizar parcialmente al ejército de reserva (hecho fatal que lo llevaría también al patíbulo unos meses más tarde), junto con otros dos valientes que asumieron su destino: Haeften, quien protege a su jefe, Stauffenberg, de las primeras balas y el general Olbricht, fueron fusilados de inmediato. Otros implicados como el general Beck, intentaron el suicidio con mediano éxito (a Beck le falló el tiro y aunque le permitieron una segunda oportunidad, ya medio ciego y sangrante falló de nuevo hasta terminar rematado por uno de los hombres de Fromm).

Al resto de los implicados se les capturó (unos 200 más de alto nivel), y un total de 7,000 personas fueron encerradas, torturadas, ejecutadas o enviadas a campos de concentración. En el largometraje, para finalizar, se da cuenta de los primeros juicios llevados a cabo por “la corte del pueblo”, que bárbaramente conducidos por el Vishinski alemán, Roland Freisler, antiguo ex comunista y hombre de todas las confianzas del partido, se vulgariza e insulta a los complotistas restantes (el mariscal de campo Witzleben interpretado por David Schoefield aparece en el banquillo de los acusados sosteniendo vergonzosamente sus pantalones ya que le han negado un cinturón, con la idea de insultarlo y dañar su dignidad). El complot “Valkiria” tuvo un efecto devastador sobre el ejército, que se vio todavía más mermado por las desaparición de muchos oficiales de alto rango, y por un Hitler sobreviviente que se creyó salvado por la providencia, asumiendo su cargo con mayor determinación y asegurando que los últimos 9 meses de la guerra fuesen los más duros y sangrientos. Otros personajes como el general Tresckow tuvieron la fortuna de morir en el frente antes de ser capturados.

Hay algunas notables ausencias, como la del mariscal Erwin Rommel, quizás el único general con agallas que dentro de los conspiradores hubiera hecho alguna seria diferencia. Unos días antes, este célebre y caballeroso personaje fue herido gravemente. Era además el hombre más famoso en Alemania después de Hitler. Pero de nueva cuenta resulta imposible incluir a todas las personalidades que se vieron inmiscuidas en el fallido proceso de eliminación de Hitler.

Antes y durante la guerra, a Hitler se le intentó matar en diversas ocasiones. Las potencias aliadas también fabricaron planes que terminaron desechando porque resultaban muy difíciles de practicar. Algunas fuentes hablan de 15 intentos documentados; otras más, hasta de 42 intentos. El mismo ministro alemán de armamentos, el ingeniero superdotado Albert Speer, en los últimos meses del régimen admite haber maquinado matar al Führer tratándolo de envenenar con gas a través de los conductores de aire de su refugio en Berlín.

Convendría terminar con este breve análisis de esta sobria película histórica con una reflexión del propio general Hening von Tresckow, quien de alguna manera intuía que el atentado tendría pocas posibilidades de éxito: "El magnicidio debe ser intentado a toda costa. Incluso si no debiese triunfar, un intento de tomar el poder en Berlín debe llevarse a cabo. Lo que importa ahora no es el objetivo del golpe, sino probar al mundo y registrar en la historia que los hombres de la resistencia se atrevieron a dar el paso. Comparado con este objetivo, nada es más importante”.

jueves, 29 de octubre de 2009

ROMAN POLANSKI.


Roman Polanski

París, Francia 18 de Agosto de 1933

El cine era lo único que entretenía a Polanski en su juventud, esto lo llevo a entrar en 1955 a la escuela de cine Lodz, aunque nunca llego a graduarse ya que no acabo su tesis, la productora kamera le contrato como asistente de dirección, con la ventaja de tener el dominio de la lengua francesa fue elegido para ser el asistente de dirección con el francés Jean-Marie Drot quien llevaba a cabo un documental sobre la cultura polaca.


Ya establecido en Paris, Polanski dirigió y actúo en el cortometraje Le Gros et le Maigre, mas tarde regreso a Polonia con la idea de realizar su primer largometraje, un guión escrito en conjunto Jakub Goldberg, Jerzy Skolimowski y Polanski, no llego a formalizarse el proyecto por dificultades burocráticas. Su primera película llegaría hasta 1962 con Nóz w wodzie (El cuchillo en el agua) a pesar de su poca distribución y de ser altamente criticada por el secretario del partido comunista de Polonia Wladyslaw Gomulka, tuvo un gran éxito en el extranjero trayéndole su primera nominación al oscar como mejor película extranjera. Con esto el productor Gene Gutowski contacto a Polanski en Munich para llevar a cabo un proyecto en Inglaterra. Repulsión fue el primer largometraje en ingles obteniendo el oso de plata de Berlín consagrando al director en el ámbito internacional, abriendo su paso hacia el cine estadounidense.

PULP FICTION MIX.



Aquí les traigo un interesante trabajo de montaje con escenas de Pulp Fiction.

jueves, 15 de octubre de 2009

VIDEOGIOCO por Donato Sansone



Un divertido pero ingenioso corto realizado con la técnica de Stop Motion y combinado con animación tradicional da por resultado una interesante propuesta visual y narrativa donde convergen el mundo animado y la realidad.

PHILIPS CINEMA CAROUSEL.



Philips para hacer presentación de su nueva línea de televisores de proporción 21:9 mas apegada a la del cine que la actual 16:9, la compañía mando hacer un corto al director Adam Berg con la colaboración Stink Digital compañía especializada en efectos especiales y el resultado es "Carousel", un plano secuencia de 2:19 de duración y es que lo realmente especial de este corto/comercial es el planteamiento que tiene, todo transcurre en Freeze Time (tiempo congelado) donde la cámara recorre un escena hasta regresar al punto de origen volviéndose un loop de tiempo. Combinando efectos por computadora actores reales maniquís y una buena dirección de arte, nos presenta una de las propuestas visuales mas espectaculares de los últimos tiempos.

Les recomiendo ver la versión oficial en la pagina de Philips ya que cuenta con varias resoluciones a escoger y aparte de integrar unas pestañas azules en la línea de tiempo en las cuales uno podrá ver el detrás de cámaras del corto.

ROMAN POLANSKI CORTOS

Esta vez les traigo unos cortos de Roman Polanski realizados cuando estaba en la escuela de cine en Polonia.

Murder 1957 (Asesinato)




Rozbijemy Zabawe (Destruiremos la fiesta)



Usmiech zebiczny (Una sonrisa)



Dwaj ludzie z szafa (Dos hombres y un ropero) 1 de 2




Dwaj ludzie z szafa (Dos hombres y un ropero) 2 de 2




Seguiré buscando material de este tipo y lo iré introduciendo poco a poco.